De vez en cuando la gente, tú, yo, cualquiera, toma una decisión siendo plenamente consciente de que eso le cambiará la vida. Mudarte a la República Checa. Tener un hijo. Hacerte ermitaño. Sabes perfectamente que esa decisión lo pondrá todo patas arriba, pero la tomas de todas formas porque se supone que la vida no es solo tirar para adelante y mirar internet y cenar algo bajo en calorías.
La cuestión es que, psicológicamente, necesitamos negar que la vida es
un cúmulo de casualidades a las que nos adaptamos. Necesitamos creer que
estamos a los mandos de nuestra vida cuando, de hecho, no es así. No es
así en absoluto. La verdad es que no hay nadie a los mandos. Somos
animales racionales chocando unos con otros y convenciéndonos de que
cada choque es decisión nuestra.