El doctor Diamond contó lo que le había pasado a la hija de un amigo suyo. La pequeña había encontrado una rana en el jardín. Como la rana parecía estar muerta, sus padres le dejaron que preparase una sepultura: un agujerito rodeado de piedrecitas. Pero en el momento en que iban a enterrarla, la rana, que sólo estaba sin sentido, movió las ancas y volvió en sí.
-¡Matadla! -chilló la niña.